Saturday, October 31, 2020

OPINIÓN | PAISAJE ANTES DE LA BATALLA
Up-ed. Americatv.com 10/31/2020

Al final, es una batalla por el alma de la nación. En eso coinciden liberales y conservadores. La división es radical. El 3 de noviembre del 2020 quedará en la historia como el comienzo de una dramática transformación para Estados Unidos. Esta vez, aunque ojalá incruenta, no habrá tierra media en una colosal confrontación civil.

Paradójicamente, tras la derrota de Hillary Clinton en el 2016, fue Joe Biden el único líder demócrata que destacó los errores de su partido. Sorprendió al decir que esos obreros de Pensilvania, esos agricultores de Indiana y Tennessee, no eran racistas, misóginos, homofóbicos, en fin, deplorables. Hillary, y su cohorte de intelectuales (muchos, por cierto, sin dote de intelecto), no sólo desatendieron los reclamos de esa tradicional base, sino que, al igual que Obama, hicieron mofa del apego a sus costumbres, sus creencias y sus armas.

Lejos de corregir su rumbo, los demócratas siguieron ahondando un cisma cultural y moral que arrastra a las minorías en una autodestructiva cruzada contra la mayoría. Sin un programa viable de gobierno, la elite liberal apela al recurso totalitario de manipular la percepción de la realidad. Gigantes de la comunicación como Twitter, Facebook, CNN y The New York Times, entre otros, ejercen las funciones de leales órganos de censura y propaganda partidista. A su vez, la academia produce una mezquina reelaboración histórica de Estados Unidos y certifica los talking points de las turbas de guardias rojos que pintan de racismo el menor intento de debate y convierten al dueño de un grocery en Chicago y a un mecánico de Alabama en corruptos explotadores obligados a purgar, de manera simbólica y material, su “privilegio blanco”.

Respetables voces del exilio cubano han puesto su credibilidad en pantalla para asegurarnos que Biden y Kamala Harris no son socialistas ni comunistas. (Tampoco son otras muchas cosas que debían ser). Más urgente es decir lo que sí son. Biden es un caricaturesco dinosaurio del establishment, dispuesto por casi medio siglo a cambiar alianzas y traicionar promesas con tal de sobrevivir lo mismo un deshielo liberal que una glaciación conservadora. Harris es el fiel retrato de la incompetente oligarquía liberal de California. Una simple búsqueda en Google basta para encontrar los hitos de una trayectoria iniciada en el nepotismo que culminó en el estrepitoso fracaso de su insustancial candidatura a la nominación del Partido Demócrata. Ambos son los idóneos personajes para el pacto fáustico con los socialistas y los comunistas que hoy le empujan el carro y mañana le escribirán el libreto.

Hace 40 años yo vi a Ronald Reagan resucitar una nación que había perdido la medida de su poder y la conciencia de su destino. Entonces, yo era un recién llegado y el enemigo estaba lejos. Ahora, se trata de la patria de mis hijos y el enemigo aguarda en mi patio. Para mí, está claro. Cuestión de principios. Así en la paz como en la guerra, mejor perder con Trump que ganar con Biden.

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